Empecé a escribir la historia de mi vida en un diario cuando dio comienzo el 2015.
De repente apareciste tú.
Dejé de escribir para centrarme en el presente, y le di una patada al pasado.
Empecé a escribir la historia de mi vida en un diario cuando dio comienzo el 2015.
De repente apareciste tú.
Dejé de escribir para centrarme en el presente, y le di una patada al pasado.
Reconozco que resplandecías
como un Velázquez
la primera vez que te vi.
Yo no sé tú,
pero esa luz que tienes dentro
encandila a todo aquél que te mira.
Cabe destacar que,
tiempo más tarde,
me dijiste que
te idealizaba.
Yo te digo ahora
(y siempre)
que no,
no te idealizo.
Simplemente creo que
desprendes expresionismo
por los poros
y que,
aunque no te va nada el cubismo,
el surrealismo sí que es lo tuyo.
Supongo que por eso
te gusta tanto
creer en los sueños
y te interesaste por el psicoanálisis
cuando nos conocimos,
pese a que ahora lo pienso y,
tal vez,
ese interés no fue otra cosa
que una táctica para enamorarme
(lo conseguiste, por cierto).
Pero reconoce que lo nuestro,
esto que nos está pasando,
el amor que sentimos,
la amistad que tenemos
(elige tú la forma más cursi de llamarlo),
sí que es un poco onírico,
porque eres como un sueño
y esas cosas ñoñas que me pides
no te diga porque
no quieres
que te idealice.
Pero
cómo no te voy a idealizar,
joder,
si eres una obra de arte surrealista.