miércoles, 30 de septiembre de 2015

El invierno

Hoy, el invierno ha entrado por la ventana de la cocina de una ventolada de aire frío. Se parecía a ti: llevaba el gorro negro que lucías la primera vez que te vi y unos tejanos con deportivas; se reía de la misma forma en que te ríes tú cuando hacemos el amor; traía consigo las llaves de un coche viejo lleno de ganas de hacer un viaje express a París.

Al instalarse en el sofá de los porros, del sexo con prisas, de las tardes de lluvia, me ha hecho un huequecito a su lado y me ha pedido que me sentara junto a él. Le he hecho caso porque me recordaba a la vez en que me enamoré de ti, cuando todavía no escribía poemas y actuaba tan infantil como siempre. Entonces, posando su brazo derecho sobre mis hombros, en un intento frustrado de abrazarme para intentar detener los versos sin rumbo con dirección trágica que estaba a punto de pronunciar, solo entonces me ha dicho que había llegado para quedarse. Decía también que me echaba de menos, que ya se había aburrido de los calendarios de  siempre y que era hora de cambiar. Por un instante me reí: la situación me recordaba a Juego de Tronos, por más absurdo que pudiera parecerle. Acto seguido, mi risa cedió para dar paso al abismo del frío que empezaba a sobrecogerme: el invierno está dispuesto a quedarse.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Desilusiones actuales del mundo (I)

A veces necesito mirar las fotos que hice cuando atardecía en Berlín
para olvidarme un poco de todo lo que no funciona.
Encuentro la paz en ese instante anaranjado y,
por unos momentos,
se me borran de la mente
fotogramas de
niños hambrientos,
fotogramas de
niños sin casa.

Las fronteras se llenan de dolor
y de esperanza.
Ya no caben más ilusiones rotas en la maleta
de aquellos niños sin suerte.

Y mientras Europa pelea,
las bombas siguen sin dar tregua
a unas piernecitas que
no corren: escapan.

¿Cuánto más hemos de seguir dando la espalda a aquellos que viajan con el peso de la guerra sobre los hombros?

¿Cuántos libros de historia necesitan ser escritos para recordar que nosotros fuimos como ellos no hace ni un siglo?

viernes, 4 de septiembre de 2015

Duerme noches

Hace un momento me has dicho por enésima vez que me despida. Estás cansado y quieres dormir, y yo de verdad que lo siento por haberte arrastrado con mi llanto. Te prometo que no es el síndrome de abstinencia, lo que me pasa ahora mismo. Con la tontería me pensaba que tu risa se iba por ahí para no volver. Creo que se me han quebrado los oídos porque hace ya tiempo que no me viene a visitar. Y, de verdad, no quiero que me malinterpretes: no te quiero para mí ni nada por el estilo, pero un poco de tu poesía por mi espalda desnuda no viene mal, de vez en cuando. ¿Sabes lo que más gracia me hace de todo esto? Que tengo la sensación de que las metáforas van a jugarte una mala pasada, así que te imagino despertándote por la mañana y leyendo esto. Bueno, más bien intentando descrifrar el variado surtido de frases inconexas que se escampan por la pantalla de mi móvil. Llevo un rato escribiendo y, de verdad te lo digo, ya estoy mejor. Hace un rato, los lagrimones que me resbalaban rodando por la cara eran de desconsuelo; ahora lloro un poquito al recordar que, pese a todo, hemos forjado algo entre los dos, simplemente con la ayuda de un paseo con olor a mar, un puñado de besos y unas cuantas cajas de condones. Y sin embargo ahora mismo todo parece más complicado si nos lo ponemos a comparar con la simplicidad del principio, donde nos servía una fiesta descontrolada y un paseo tímido por el centro, con mucho que decir pero con la cabeza mirando hacia abajo y tú llevandome a caballito por un lugar donde no habíamos estado nunca mientras lucías mi antiguo gorro de lana negro que, esa misma noche, me dejé olvidado en un bar. Joder, parece mentira todo lo que he escrito ya, así del tirón, sin releer nada en ningún momento. Parece que voy a dejarlo ya, que son más de las dos y media de la madrugada y voy a recaer en el síndrome del insomnio del poeta, no sin antes revisar la ortografía y despedirme de ti, que ha sido el motivo principal por el que he escrito esto. Así que ya sabes, porque esto me lo enseñaste tú poco después de conocernos: duerme noches, que significa "duerme bien y buenas noches". Y, por favor, no olvides insertar un camamar (no un calamar), un elefante igual de genial que Dumbi y un huequecito para el amor que te envío, ahora y siempre.