El golpe en la cabeza al caerte de la cama cuando tenías cuatro años.
Pillarte el dedo con una puerta.
Tu primera fractura ósea.
La marca de la avispa que te picó mientras nadabas en la piscina.
Los rasguños en las piernas.
Es increíble ver
como cicatrizan las heridas de la piel,
mientras el corazón sigue
desgarrándose
poco a poco.