Me cubro las espaldas con una coraza
anti-debilidades,
donde rebotan como balones contra la pared
piropos cariñosos,
sonrisas alentadoras
y ojos marrones.
Antes no me enteraba
del choque contra el metal:
evadía preguntas y miradas incómodas.
Últimamente, los toquecitos constantes
me molestan.
De hecho, ayer
me caí al suelo de un empujón traicionero.
Supongo que no hay nada que hacer,
sólo me queda aceptarlo:
esta mierda se rompe
sin opción a reparo.
Terrassa, 15/4/2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario